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En pediatría, es una de las cuestiones que los padres más a menudo nos trasladan, sobre todo las primeras semanas de vida del bebé.

Sin duda esta pregunta todos nos la hemos hecho en algún momento estando a solas con nuestro hijo, sobre todo hasta que fue capaz de comunicarse y explicarnos que le ocurre.

Pediatría: ¿Porqué llora mi bebé?

Lejos quedaron las explicaciones simplistas de la década de los 80 en la que se pensaba que el niño no era capaz de percibir el dolor, que no sería capaz de recordarlo o que simplemente exageraba, razones esgrimidas entonces por la comunidad científica para no administrar analgésicos a los niños pequeños en pediatría, especialmente a los recién nacidos.

Actualmente en el mundo de la pediatría sabemos que el feto es capaz de percibir sensaciones, realizando los mismos cambios metabólicos locales y neurofisiológicos que un adulto a partir de la semana 24 de gestación, luego es capaz de sentir dolor.

La percepción que cada uno tenemos de una misma sensación desagradable real o potencial, es distinta, y viene condicionada por tres hechos:

  • TRANSDUCCIÓN, en pediatría nos referiremos a los cambios locales secundarios a una agresión local (hinchazón, destrucción de células, liberación de sustancias irritantes locales,…). Difícilmente podremos reducir las sensaciones de estos cambios sin fármacos antiinflamatorios, puede ayudarnos el frío local.

  • CONDUCCIÓN, capacidad de trasmitir sensaciones a través de las neuronas hasta el sistema nervioso central. Esta capacidad la podríamos reducir con caricias, con el acunamiento, los movimientos repetitivos, incluso en puntos distantes a la zona dolorida, generan una estimulación competitiva que hace que la percepción del dolor sea menor.

  • MODULACIÓN, expresión de la sensación en base a moduladores personales, opioides endógenos. Explica el hecho de que se reducen las sensaciones dolorosas si liberamos estas endorfinas, por ejemplo mediante la succión no nutritiva, el estar abrazados (contención) o si estamos recibiendo influencias positivas a la vez.

Pero aunque no debemos asumir que cada vez que llora nuestro hijo le duele algo, si debemos tomar alguna actitud cada vez que un niño llora.

Cuanto más pequeño es el niño más probable que su llanto sea sólo una forma de comunicarse con nosotros, dada su incapacidad para hablar, hecho que no nos debe autorizar a pensar que como no le duele nada puede seguir llorando.

Cuando un niño llora debemos plantearnos si es posible que tenga alguna carencia (hambre, sueño, cariño, incómodo por frío, calor o suciedad,..). En el momento que detectemos esta carencia deberíamos resolverla.

Cuando al niño vayamos a realizarle una acción que le resulte desagradable debemos prepararlo, explicándole lo que está ocurriendo, trasmitiéndole calma con nuestras palabras y gestos y debe recibir sensación de protección (abrazo, cogerle la mano, caricias,..), incluso si tiene edad para comprenderlo, explicarle la razón de la agresión y ofrecerle una compensación posterior.

Existen numerosos fármacos para tratar el dolor, debiendo, en general, dejarlos para tratar los dolores moderados o severos de los niños.

Para graduar la intensidad de un dolor en un niño, debemos adaptarnos a su edad mediante escalas de caras, colores o números en función de su edad, estableciendo una relación de estas escalas antes y después de la acción analgésica con el fin de cuantificar su eficacia y valorar la actitud posterior.

Pediatría: ¿Porqué llora mi bebé?

Debemos aprender a discernir el tipo de llanto de nuestro hijo, siendo conveniente buscar atención médica en el caso de que el llanto sea constante, sin calmar con nada, le cause irritabilidad contínua o abatimiento o le haga empeorar la coloración de la piel del niño.

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